jueves, 23 de marzo de 2017

Vayakhel–Pekudei 5777

Los Rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana

Rabino Darío Feiguin
Congregación B´nei Israel, Costa Rica.

El Verdadero Éxito
 Parashat Vaiakhel–Pekudéi


Hace algunos años, el entonces Chancellor del Jewish Theological Seminary, el Rabino Ismar Schorsch, hizo un cometario sobre la Parashá de esta semana, que me lleva a una reflexión sobre la naturaleza del éxito y del fracaso.

¿YO SOY UN GANADOR, o YO SOY UN PERDEDOR? 
¿Qué marca el éxito? ¿Qué hace al fracaso?

Las últimas dos Parashiot Vaiakhel-Pekudéi hablan de la construcción del tabernáculo, en la época de Moisés.
La Haftará que habitualmente corresponde, habla de la construcción del Templo en Jerusalem, en la época del rey Salomón.

Aún cuando este año leemos otra Haftará por ser un Shabat especial, hay un paralelismo y una diferencia esencial entre el Mishkán de Moshé y el Beit Hamikdash de Shlomó.

¿En qué se parecen?
En que allí se suponía estaba la Presencia Divina, la Shejiná. Hasta en la arquitectura del Templo se marcaba claramente la relación directa entre ese tabernáculo viajante que llevaba las rocas de la ley, y el templo fijo de Salomón, que fue también construido con dos keruvim enfrentados y abriendo sus alas sobre el arca sagrada.

Pero el impacto Nacional de cada Santuario fue diferente. El tabernáculo de Moisés sirvió para unir a quienes fueron esclavos alrededor de un espacio común sagrado.
El Templo de Salomón fracasó miserablemente al no mantener la unidad y grandeza del Reino de David. A partir de su hijo Rejavám, se produce el cisma entre Israel y Iehudá y el Pueblo se parte en dos. 

¿Cómo es posible que un Gran Templo, orgullo arquitectónico para la época, haya causado como impacto Nacional, la división?
¿Por qué ese sencillo altar móvil, frágil y endeble, pudo generar en la gente esa sensación de estar unidos por una idea común?

Pareciera ser que el éxito o el fracaso no está en la construcción que se logra, ni en la imponencia del edificio, ni en la belleza de los detalles, ni en el logro material.
Pareciera ser que no importa tanto si es chico o grande, suntuoso o sencillo, costoso o barato. 
Pareciera ser, que lo que verdaderamente importa en una construcción , cualquiera sea su naturaleza, es como va a cumplir o no, con sus objetivos funcionales, y si va a facilitar o no, una Vida más rica y profunda.

La idea del rabino Schorsh es que ya desde el vamos, había en los dos santuarios, motivaciones diferentes.
El tabernáculo se hizo con donaciones de todos. Cada hombre y cada mujer del campamento contribuyó con lo que pudo, de acuerdo a lo que le dictó su corazón. 
Y Moshé tuvo que decir basta, porque ya había recursos de sobra.
El Templo se hizo por la fuerza del impuesto, y hasta se sabe que Salomón tenía 30.000 Leviím trabajando para la construcción. El Templo se hizo por la fuerza.

Entre el tabernáculo y el Templo había no sólo 480 años de diferencia. Había también una diferencia entre lo espontáneo y lo impuesto; lo que surge desde adentro, y lo que viene por la fuerza desde afuera.
A la hora de la Verdad, poco importa lo que se ve.

Y nosotros: ¿Cómo vamos a seguir construyendo nuestra Comunidad?
¿Vamos a dejar que unos pocos se hagan cargo, o vamos a comprometernos con el corazón?

Rejavám, hijo de Shlomó, creyó que la obra era de ladrillos, pero confundió la meta. Cuando los habitantes de Shjem le vinieron con un planteo de reducción de impuestos, su respuesta fue: “Mi meñique es más gordo que el pulgar de mi padre. El los azotó con látigos. Yo los azotaré con escorpiones”.

La verdadera construcción no es en el Espacio, sino en el Tiempo, y tiene que ver con nuestra identidad judía, nuestra historia y destino común, nuestros valores ancestrales, y la transmisión de esos valores a nuestros hijos y a las generaciones futuras.

Ni siquiera el Gran Templo de Jerusalem pudo superar el pecado de la degradación humana.
No lo soportan las familias ni las Instituciones. No lo sostienen los Estados ni los mercados comunes. 
Porque el éxito no se mide por logros materiales; sino por la creación de las condiciones morales, para que la idea crezca y se desarrolle, con salud y en Paz.

Quisiera, algún día, poder decir: NO SOY UN PERDEDOR, porque pude ganarle al egoísmo y a las miserias del poder.

Quisiera , algún día, poder decir: SOY UN GANADOR, y agradecer a Dios y a la Vida por el amor y por la integridad moral, por gozar en mi vida de Libertad, Verdad y Paz.

Shabat Shalom,

Rabino Darío Feiguin
B´nei Israel, Costa Rica

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