jueves, 13 de octubre de 2016

Haazinu 5777

Los rabinos de la UJCL escriben sobre la Parashá de la semana

Rabino Daniel Kripper
Beth Israel Aruba

“Goteará cual lluvia mi enseñanza, fluirá cual rocío mi dicho…”

Con estas primeras palabras de Cántico, Moisés se despide del pueblo, poéticas palabras que resuenan a través de las generaciones.

Las expresiones de la Torá son comparadas a la lluvia. Cuando cae la lluvia en invierno  no deja una visible percepción sobre los árboles y la vegetación. Es sólo cuando el sol de la primavera irrumpe entre las nubes, calentando la tierra y estimulando el crecimiento, que nos damos cuenta de los efectos  de las lluvias de la previa estación.

Sucede algo parecido en lo espiritual. Rabinos y maestros experimentamos frecuentemente un sentido de frustración, sintiendo que nuestras palabras caen en oídos sordos en medio de  la cacofonía incesante del medio ambiente, como  temiendo que su  impronta no tengan a la larga mayores consecuencias.

Sin embargo esto no es necesariamente así;  como dice el canto, las enseñanzas de la Torá se asemejan a las lluvias de invierno, sus efectos son raramente perceptibles,  ellas requieren un período de incubación, que en ciertos casos puede extenderse a algunos años o décadas. Pues  las ideas espirituales, vivencias y valores una vez asimiladas nunca desaparecen. Muchas veces deberán invernar en espera de alguna señal que los reviva, en la medida que estén dadas las condiciones propicias del alma para florecer y dar frutos.

Tal vez por eso en la recitación del Shemá está escrito:”Las leyes que te prescribo hoy estarán grabadas sobre tu corazón”. Un sabio puntualizó que en realidad el texto debería decir “en tu corazón”. “Sobre tu corazón” sugiere que la Torá debe ser transmitida con espíritu optimista, aunque sus palabras no parezcan  calar hondo en el corazón, y permanezcan sobre el mismo. Pues nunca es dable saber qué circunstancias de vida pueden influenciar y producir alguna apertura del corazón tornándolo más sensible a lo espiritual.

Por ello Moisés concluye su misión de vida con un cántico, más allá de algún juicio de reproche a la gente de su pueblo. Moisés confía que a través de un proceso educativo vibrante y positivo las futuras generaciones retornarán efectivamente a sus raíces  en busca de sustento moral y espiritual.

Desde otro ángulo el rabino Louis Jacobs analiza el versículo inicial en donde se compara a la lluvia con el rocío.

En una sociedad agrícola el agricultor reza por lluvias a su tiempo. Si demoran en venir podría resultar desastroso para los campos, del mismo modo como sucedería si la lluvia resulta excesiva o se prolonga más de lo necesario. El suave rocío en cambio es siempre bienvenido, como dicen los sabios: La lluvia a veces es deseada y a veces no, mientras que el rocío es deseado en todo momento.

El judaísmo es comparado con la lluvia y el rocío. Como la lluvia,  es necesario en las grandes ocasiones de pasaje, como eventos del ciclo de vida, tales como nacimiento, boda, etc. Es en dichos momentos que uno experimenta poderosas emociones e inefables sentimientos de elevación, cual chispas de misticismo.

También ocurren en las magnas ocasiones del calendario judío y sus festividades, cada una con sus rituales distintivos. Es a través de ellos que la vida judía adquiere vitalidad y relevancia, por encima de la monotonía de lo cotidiano. Todos necesitamos periódicos recordatorios, como las Altas Fiestas que estamos celebrando estos días, para tomar conciencia de quiénes somos y del significado de nuestra tradición.

La comparación con el rocío representa el otro aspecto del judaísmo, el judaísmo que se expresa en el día a día, en forma no tan espectacular como el primero pero no menos significativo. Por ejemplo en la forma cómo encaramos nuestra vida de relación, nuestros hábitos, nuestro compromiso con el prójimo, nuestra oración y estudio regulares.

La combinación de ambos elementos hace a la trascendencia del espíritu humano y a la belleza de la santidad.

Rabino Daniel Kripper    

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